Antes del descubrimiento de la bombilla, todas las casas y lugares se iluminaban por medio de velas de cera. Existía la función de farolero, que consistía en mantener las farolas en buenas condiciones y encenderlas. Por aquel tiempo, tener velas era sinónimo de riqueza y dinero. Solo las familias e instituciones más pudientes podían permitirse de tener lugares iluminados.

Con la invención de la bombilla, todo cambió, y el uso de velas está restringido normalmente a la iglesia y a la decoración, una decoración normalmente con toques románticos.